Políticas de habitar, ABM Confecciones, Madrid. 


Habitar puede significar existir, “ser en el mundo”. Habitar puede significar estar en relación con las cosas, con el mundo que nos rodea y el mundo que nos rodea está inscrito en nosotros, no como una extensión, si no, como una huella. Para Joan-Carles Mèlich habitar es cuidar: “los seres humanos “habitan” el mundo en la medida que “cuidan el mundo”. Y para ello, es necesario preservar los objetos que forman parte de nuestra herencia, de nuestra memoria. “Todas las cosas nos hacen guiños para que las sintamos”, necesitamos de un cobijo que las “arrope”.

La problemática radica en que no sabemos habitar, al vivir en unas condiciones precarias es complicado saber habitar o habitar a secas, “como todo lo humano, la casa es ambigua”. Realmente, no sabemos construir la “casa”, nos sentimos constantemente fuera de lugar, nunca eclosiona el espacio habitable, sea paradisiaco o el mismísimo infierno, siempre estamos en búsqueda de establecer nuestro sitio. Como decía Mèlich en La fragilidad de la vida:

“Es necesario repensar el habitar porque los seres finitos vivimos en un tiempo precario. Este vivir en la precariedad tiene lugar porque las relaciones que establecemos con los demás también participan de ese desarraigo. No son relaciones fijas, ni estables. Son un vaivén, algo parecido a una mecedora en el tiempo…”

¿Qué es entonces habitar? ¿En qué consiste? ¿Habitar es aprender a habitar “la fragilidad de la vida”?
Casa nómada, se sostiene en esa mecedora temporal, en ese vaivén de espacios. En este caso, se muestra la “casa familiar” como un lugar inconcluyente, efímero e impredecible (con mi familia me ha mudado nueve veces). Los espacios que presento son los distintos salones y entornos, de los distintos cobijos, de los distintos miembros de mi familia: mi abuela, mi madre, mi padre, mis hermanos, Juan Carlos… Algunos salones se han mantenido y otros, como pasa con el movimiento de un balancín, han regresado y, de repente, se han vuelto a ir. Mi familia es como tantas otras, es como todos los seres que habitamos: nómadas por naturaleza y por obligación, vivimos en el desarraigo que provoca ese nomadismo. Nuestros lazos son con las cosas que nos acompañan en nuestra forma de habitar el mundo, porque el espacio del “hogar” lo producen esas cosas que no tienen un valor económico, que son insustanciales para los demás, pero para nosotros contienen un valor sentimental que protegen y resguardan nuestra memoria: lo que somos y hemos sido. Son fijas y, en cierto modo, infinitas, debemos preservarlas; eso es habitar: cuidar.
Con Casa nómada, propongo, a través de vídeos familiares caseros junto con unas fotos, a modo de álbum de familia, el trasiego del ir y venir constante que refleja lo voluble del espacio que entendemos por hogar y, por ende, lo complicado que es habitar la fragilidad de la vida.


Casa nómada (2017/2021).
Seis impresiones digitales. Dimensiones variables.
Vídeo 10’16